El jardín
A lo lejos existe un jardín, donde canta el ruiseñor y la luna mira con benevolencia, lugar de Ángeles caídos que ahí ruegan su perdón e imploran misericordia. Ese jardín, donde no hay ayer ni mañana solo la noche eterna, esa que extiende sus brazos para acoger a los durmientes.
Las noches son tristes: un calor sofocante oprime la atmósfera, el cielo esta cubiertos de negros y espesos nubarrones que atrechos dejan entre ver tal cual estrella empañada por los vapores que vagan por el aire. Un profundo silencio que pone espanto en el corazón que de vez en cuando es interrumpido por lejanos y tétricos ladridos anuncia que es general la consternación. La noche en fin, es una en las que aquellas en que el alma se oprime sin saber por que, le falta un porvenir, una esperanza; todas las ilusiones ceden: no ahí amigos, no ahí amores, por que el escepticismo viene a secarlo todo con su duda cruel: no ahí recuerdos, no ahí imágenes, por que, el alma entera esta absorta en el presente, en esa realidad pesada, desconsolante con que sañuda la naturaleza nos impone silencio y nos entristece. Temblamos sin saber loa que hacemos, el zumbido de un insecto, el vuelo de un ave nocturna, nos hiela de pavor y parece presagiarnos, un no se que de siniestro de horrible.
Todos viajaremos a ese jardín solo para dormir…
Mi jardín, el jardín de la muerte.